Caso nº18: Ricardo Barreda


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Ricardo Alberto Barreda es un odontólogo retirado argentino, quien en 1992 asesinó a su esposa, Gladys McDonald, a sus dos hijas, Cecilia y Adriana Barreda y a su suegra, Elena Arreche.
En 1995 fue condenado a prisión perpetua. A principios de 2008 le concedieron el beneficio del arresto domiciliario, por su buena conducta y por ser mayor de 70 años, revocada luego por violarla con la excusa de necesitar ir a una farmacia. El 11 de febrero de 2011, el beneficio de prisión domiciliaria le fue devuelto. Luego de violar el arresto domiciliario en marzo de 2011, volvió a la prisión, al final de ese mismo mes le fue otorgada la libertad condicional.

CRIMEN
El 15 de noviembre de 1992, en la casa de Calle 48 entre 11 y 12 de la ciudad de La Plata, con una escopeta marca Víctor Sarasqueta mató a su esposa, Gladys McDonald (de 57 años), a su suegra Elena Arreche (de 86 años) y a sus dos hijas Cecilia (de 26) y Adriana (de 24), quienes eran odontóloga y abogada respectivamente.
La versión de Barreda de los hechos es la siguiente:
Aquel domingo bajé lo más tranquilo. Ellas acababan de almorzar. Pasé por la cocina y le dije a mi esposa: voy a pasar la caña en la entrada, el plumero en el techo, porque está lleno de insectos atrapados que causan una muy mala impresión. O sino, le digo, voy a cortar y atar un poco las puntas de la parra que ya andan jorobando. Voy a sacar primero las telas de araña de la entrada, que es lo que más se ve. Me dice: “mejor que vayas a hacer eso. Andá a limpiar que los trabajos de conchita son los que mejor te quedan, es para lo que más servís.” No era la primera vez que me lo decía y me molestó sobremanera. El asunto viene a que yo me atendía mi ropa, si se me despegaba un botón me cosía el botón. Es decir, me atendía personalmente en todo lo referente a mi indumentaria. Al contestarme ella así, sentí como una especie de rebeldía y entonces le digo: el conchita no va a limpiar nada la entrada. El conchita va a atar la parra. Para hacer eso había que sacar una escalera del garaje. Voy a buscar un casco que estaba en el bajo escalera, porque tuve dos conocidos que haciendo cosas similares se vinieron abajo y tuvieron lesiones serias en la cabeza. Entonces yo me había comprado un casco de esos de obreros de la construcción y voy a buscar el casco y encuentro que afuera del bajo escalera, entre una biblioteca y la puerta, estaba la escopeta parada. Los cartuchos estaban al lado, en el suelo, en una caja, y así habían estado desde hacía mucho tiempo. Y ahí, bueno, fue extraño. Sentí como una fuerza que me impulsaba a tomarla. La tomo, voy hasta la cocina, donde estaba Adriana, y ahí disparo.
Declaración de Ricardo Barreda en el juicio oral1
Luego de esto recogió los cartuchos y los guardó en el baúl del auto. Con la intención de hacer pasar esto como un robo, Barreda desacomodó los muebles y tiró papeles. Al mediodía tomó su auto y se deshizo de los cartuchos (arrojándolos en una boca de tormenta) y de la escopeta (que tiró en un canal en un lugar cercano a Punta LaraEnsenada a pocos kilómetros de La Plata). Se sintió tranquilo y se fue al zoológico, luego al cementerio y más tarde a un hotel alojamiento con su amante, Hilda Bono.
Al regresar a medianoche a su casa, llamó a un servicio de ambulancias. Al llegar la policía se mostró tranquilo y contó la historia del robo. Al ser trasladado al destacamento policial, el comisario Ángel Petti le dio un ejemplar del Código Penal argentino abierto en la página que contenía el artículo 34, que establece la inimputabilidad de aquellos que no entienden lo que hacen, por locura u otra causa. Barreda al parecer se sintió seguro con este dato, y poco tiempo después le confesó todo al comisario.
JUICIO Y PRISION
Declaró los días 7 y 14 de agosto de 1995, donde con mucha serenidad contó cada detalle del crimen a los jueces que integraban la Sala I de la Cámara Penal (Carlos Hortel, Pedro Soria y María Clelia Rosentock).​
Bartolomé Capurro, perito, declaró que Barreda padecía de "psicosis delirante". Esta teoría solo fue aceptada por uno de los tres jueces (Rosentock), y Barreda fue condenado a reclusión perpetua, por triple homicidio calificado y homicidio simple.​
Estando en la cárcel comenzó a estudiar Derecho, y formó pareja con una mujer que conoció por carta.​
Barreda manifestó estar "tremendamente arrepentido" por lo sucedido y que siente "una angustia y un dolor muy hondo".​
PRISION DOMICILIARIA
El 23 de mayo de 2008, Ricardo Barreda salió de la Cárcel de Gorina bajo el beneficio de prisión domiciliaria, para vivir con su novia Berta Pochi André en el barrio de Belgrano de Buenos Aires.​ El 21 de enero de 2011, Barreda salió sin autorización de su domicilio ubicado en el barrio de Belgrano, acompañado de su pareja, Berta André. Más tarde Barreda declaró qué salió por una "urgencia" ya que se había "descompuesto" y salió a la farmacia para tomarse la presión. El 10 de febrero de 2011 Barreda regresó a la prisión domiciliaria por disposición de la Sala I de la Cámara Penal platense, que conforman los jueces Pedro Soria y María Oyhamburu, al hacer lugar a una presentación efectuada por Eduardo Gutiérrez.
LIBERTAD CONDICIONAL
El 29 de marzo de 2011, la Sala I de la Cámara Penal de La Plata le otorgó ese beneficio al cuadruple homicida por considerar que el cómputo de tiempo transcurrido en prisión “excedía” el de la condena impuesta. “Ahora voy a poder salir a la calle para caminar, ya que el arresto domiciliario me limitaba mucho”, dijo Barreda tras conocer la noticia en los tribunales platenses junto a su abogado defensor Eduardo Gutiérrez.
En el libro Conchita. Ricardo Barreda, el hombre que no amaba a las mujeres, el periodista y escritor Rodolfo Palacios cuenta la vida del odontólogo después de los crímenes: la cárcel, el enamoramiento de su ex-novia Berta y la extraña idolatría que el asesino sigue despertando entre hombres y mujeres. También cuenta cómo, por primera vez, Barreda se muestra arrepentido. –¡Cómo pude haberlas matado! ¡Por qué lo hice! ¡Yo era un buen tipo! ¡Soy un desgraciado! ¡No puedo vivir así!", confiesa.​
En la actualidad, se declaró la condena a Ricardo Barreda como 'extinguida'.







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